domingo, 21 de agosto de 2011

Sumeria ...!


Los sumerios han sido considerados como la cultura urbana más antigua de la historia. La escritura, invento crucial que divide prehistoria de historia, ha sido atribuida en primera instancia a esta magnífica civilización que habitó en las regiones sobre las que se asienta el actual Irak. Ya durante el V milenio a.C. existían asentamientos en la zona, que fueron enriqueciéndose étnicamente con la llegada de pueblos semitas y, más tarde y hacia el 3.300 a.C., de los sumerios propiamente dichos.
Las razones por las que la cultura sumeria sobrevivió a su pueblo habría que buscarlas en la excepcionalidad de esta cultura, los sumerios fueron el modelo a seguir por los imperios que le siguieron, sobre todo por los babilonios y asirios, eran considerados como la madre de su cultura, incluyendo a la lengua sumerio-acadia, que se conservó como lengua sagrada. Fueron para Mesopotamia como los griegos y romanos para los europeos. También son patentes la influencia que tuvo para los judíos, reflejado en la Biblia existen las conocidas referencias al Edén, el Diluvio Universal, la torre de Babel y la confusión de lenguas, etc.. todas ellas circunstancias que se referían a lo que fue el mundo de Sumeria, el origen del mundo no es el dios judío, son los sumerios. Veamos sus características más importantes.
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Fig. 1- Mapa de Sumeria

Su lengua era completamente diferente a las semitas del lugar. Tenía carácter aglutinante, o lo que es lo mismo, mezclaban sílabas que expresaban conceptos independientes para construir otros nuevos. Por ejemplo, “Ka” (boca) y “Ninda” (pan), kaninda, era el término usual para “comer”. Tenían unos relativamente elevados conocimientos astronómicos, quizá motivados por su origen montañoso. De hecho, el punto de origen de los mismos cuando arribaron a Mesopotamia estuvo situado probablemente en alguna zona cercana a los Montes Zagros. Muchos son los rasgos culturales que denotan esta característica: sus dioses, sus conocimientos de agricultura, etc... Es asombrosa la precisión histórica que denotan algunos de sus textos, como por ejemplo el denominado “Cómo vino el grano a Súmer”, donde se narra cómo los dioses trajeron el grano y lo escondieron en las laderas de las montañas, coincidiendo plenamente con la visión actual de que tras la retirada de los hielos al fin de la última glaciación, floreció una rica variedad de fauna gramínea en las laderas de las zonas más elevadas. Un recuerdo así podría explicarse por la existencia de una marcada conciencia histórica de sus habitantes, puesto que el proceso explicado había tenido lugar varios miles de años antes, en concreto hacia el 9.500-9.000 a.C. Todo ello, incluso, sin el uso de registro histórico alguno.
Aunque los sumerios no fueron originalmente demasiado elevados en número, pronto se mezclaron con la población del lugar llegando a hacerse predominantes y estableciendo su lengua y culturas como base. Su depurada técnica en la irrigación de las tierras a través de la construcción de canales permitió un rápido crecimiento tanto en habitantes como en ciudades. Pronto, las riberas de los ríos Tigris y Eúfrates, que hoy conservan un curso sensiblemente distinto al de aquella época, se vieron inundadas por ciudades-estado y por la existencia de una red comercial muy fructífera. Río arriba y río abajo los intercambios no cesaban; incluso es probable que el mismo Noé bíblico, cuya aventura no es más que una versión judía de otro relato sumerio que nos presentaba a Ziusudra, no fuese más que un comerciante de animales y pieles que se vió sorprendido un buen día por una crecida de los ríos más poderosa que las habituales en aquellas épocas, que no eran pocas en número.
Cada ciudad-estado contaba con un Ensi o príncipe regente. De entre todas ellas, la que se hacía predominante por su riqueza y poderío militar elevaba a su gobernante a la categoría de rey de Súmer, o lugal (“hombre grande”). En realidad deberíamos llamar a Súmer ki.en.gir, que era su nombre en lengua nativa, o en su defecto Shumerum, que era el término acadio posterior. Así, en una inscripción de Sargón I de Acad, puede leerse “Sharrukin, rey de Shumerum y Akkad”. Realmente, tanto Súmer como Acad y Babilonia fueron tres versiones de una misma cultura que fue evolucionando a lo largo de los milenios. Eran imperios cuyas poblaciones procedían de diferentes etnias, como los semitas y los sumerios propiamente dichos.

LA ESCRITURA


fig. 2 - Escritura Sumeria
La escritura sumeria, la más antigua conocida, se basaba en signos cuneiformes de carácter generalmente silábico, escritos sobre arcilla blanda con la ayuda de una caña cuyo extremo afilado le daba la terminación característica en forma de cuña. Se han llegado a contabilizar más de mil signos distintos, pero usualmente el “alfabeto” sumerio constaba de aproximadamente 600. Exactamente los mismos signos fueron usados por acadios, babilonios y asirios para expresar idénticos sonidos silábicos, pero debido a la naturaleza de sus lenguas los mezclaban de forma distinta entre sí tal y como sucede con hispanoparlantes y angloparlantes, que usan un mismo alfabeto compuesto por una serie de letras que luego se combinan de forma distinta puesto que sus diccionarios y sus gramáticas tienen poco que ver entre sí.
Originalmente, los signos sumerios eran logogramas que expresaban conceptos. Por ejemplo, para la palabra pájaro el dibujo era prácticamente una cabeza de éste. El correspondiente a nin (“mujer”) era realmente una representación de la vulva femenina, y lo mismo sucedía con el que expresaba hombre. Escribían en sentido vertical, lo cual no tardó mucho en cambiar dadas las necesidades burocráticas de tamaña cultura. Para adaptar sus signos a un sentido horizontal, de derecha a izquierda, hubo que girarlos 90º y estilizarlos puesto que estaban destinados a ser escritos sobre tablillas de arcilla, las mismas que una vez encontradas milenios después fueron interpretadas como pisadas de pájaros sobre barro blando. Se sabe que existió un constante refinamiento de los signos, en especial tras la época acadia (2335 a.C. aproximadamente).

LA RELIGIÓN

Su panteón divino estaba encabezado por An, “estrella”, cuyo signo era inicialmente una línea vertical cruzada por varias en horizontal y diagonal. Bajo su mando estaban sus hijos En.Lil (“Señor del Aire”) y En.Ki (“Señor de la Tierra”), formando un triplete divino al que más tarde se uniría la diosa Nin.Mah (“Dama Excelsa”) o también Nin.hur.sag (“Dama de la cabeza de la montaña”). Algunas deidades hacían clara alusión a regiones montañosas, característica que dice mucho acerca del origen de esta magnífica cultura.
Para los sumerios, que observaban el cielo y conocían los ciclos de los eclipses lunares, sus dioses estaban allá arriba y eran las mismas estrellas. Diferenciaban aquellos menores, los “igigi” o “vigilantes” que eran las estrellas de fondo, de los que se movían de forma distinta por la eclíptica (planetas). Así, la diosa Inanna, del amor y la guerra (Ishtar para los acadios), era Venus. Por su parte la Luna era Nannar, hijo de Enlil, y así sucesivamente con otros astros que habían comprendido eran “especiales”.
Habían dividido el firmamento en tres caminos. El inferior que llegaba hasta el suelo era dominio de Enki, de ahí que fuese el señor de la tierra. Como desde algunos lugares no se veía más que mar, los acadios lo llamaron E.A (“El que tiene su casa en el agua”). Los dioses sumerios, acadios y babilonios eran los mismos, a excepción del supremo de éstos últimos que era de nueva creación, se llamaba Marduk y era hijo de Ea/Enki. El camino central, por su parte, era el dominio de An. El superior, de Enlil, de ahí que fuese considerado el señor del aire o quizá más concretamente “de las alturas”.
Los babilonios, en un extraordinario compendio astronómino denominado “Mul.Apin” (“Estrella Arado”), asignaron estrellas y constelaciones a los distintos caminos. La estrella arado, cuya identificación no está del todo clara, ascendía en el mes de Ninsanu (del 15 de Marzo al 15 de Abril) en el equinoccio de primavera, señalizando el inicio del arado y la siembra. Era como Sirio para los egipcios.

LA PERSONALIDAD

En lo referente a su personalidad, los sumerios eran gente temerosa de sus dioses y con un profundo sentido de la amistad. Compartían fraternalmente sus desgracias y creían que los dioses habían creado al hombre para que les sirvieran diligentemente. Su concepto del mundo era bastante agorero; la humanidad estaba predestinada a sufrir porque los dioses así lo habían decretado. Tanto la mujer como el hombre podían considerarse bastante coquetos. Éste se maquillaba los ojos, se pintaba cejas y entrecejo con una raya negra, se rapaba el pelo (por eso se autodenominaban “cabezas negras”), y cuidaba bastante su higiene personal. Unas uñas limpias y un correcto perfumado eran signos de elegancia, como lo siguen siendo hoy en día. El correspondiente zurrón a modo de bolsito, tampoco podía faltar.
Quizá el mejor ejemplo del concepto de amistad lo tengamos en la Epopeya de Gilgamesh. Éste fue un rey sumerio (ya sabemos que estas culturas fueron una sola), de carácter despótico, que gobernó realmente hacia el 2.600 o 2.700 a.C. Tal era su arrogancia que los dioses decidieron crear un doble suyo, Enkidu, señor de las praderas que según el relato comía hierba del suelo y vivía entre los animales, y hubo que “entrenarlo” con profesionales del amor para conseguir ciertas cotas de refinamiento. Tras una dura lucha, Gilgamesh queda sorprendido de la fuerza de Enkidu y se hacen grandes amigos. A partir de ahí, ambos recorren el mundo protagonizando épicas aventuras hasta que la promiscua diosa Inanna queda prendada de su fuerza y valor; le propone relaciones íntimas pero Gilgamesh, a sabiendas del gran número de inquilinos que el lecho de la diosa había albergado, la rechaza. Tras ser despechada Inanna convence al dios supremo Anu el cual envía al Toro del Cielo, al que nuestros héroes dan muerte. La Asamblea divina, entonces, decide que alguno de los dos ha de morir y eligen a Enkidu. Una enfermedad acabaría con él y el llanto y lamento de Gilgamesh es el más claro ejemplo del valor que daban los sumerios a la amistad.
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Fig. 3 - El Rey Acadio Sargón

LA JUSTICIA

Los sumerios, salvando las características propias de los regímenes de aquellas épocas, tenían un marcado sentido de la justicia. Grandes reyes han sido recordados por sus reformas legales, basadas en implantar la justicia y nacidas de la voluntad de los dioses. Dar amparo a la viuda y al huérfano, proteger al débil de los abusos del poderoso o acabar con la corrupción entre los funcionarios eran temas comunes. Sabemos que durante el reinado de Ur-Nammu (2.100 a.C.) se realizaron varias de estas reformas y que su hijo Shulgi era un amante de la literatura y gastó bastante dinero en escuelas y centros de estudio. La reforma de Ur-Nammu (época de Ur III) instauró un código legal que antecedió al de Hammurabi en varios siglos. Como ejemplo de la conciencia social de los sumerios, decir que se tiene constancia de que en una época las madres trabajadoras percibían un sueldo base y como añadido una cantidad por cada hijo que tuviese a cargo.
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Fig. 4 - Codigo de Hammurabi
Por su parte, ya medio milenio antes, en los tiempos de Gilgamesh, existía un sistema bicameral. Para cuestiones de suma importancia el rey debía consultar y obtener la aprobación de una asamblea de jóvenes (lo que vendría a ser como nuestro Congreso) y de otra de ancianos sabios (Senado).
Todas las reformas de importancia, por sí mismas de “difícil justificación” ante la oposición que los sectores más poderosos podían presentar, eran atribuidas a los deseos explícitos de los dioses.

SU INFLUENCIA

Las costumbres y la mitología sumeria influyeron en grado sumo en las culturas adyacentes, algo lógico si tenemos en cuenta que tanto sumerios como acadios y babilonios, así como los asirios, eran herederos en un mismo legado y todas fueron potencias predominantes en la zona. El Enuma Elish babilonio/asirio, el poema de la creación, es el espejo donde se miró el Génesis bíblico. Tanto es así que encontramos plagios evidentes:
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